En publicaciones anteriores te compartimos que la salud sexual y la salud reproductiva son un derecho humano, y como tal, abarca libertades.
Recordemos que estas comprenden tomar decisiones sobre si queremos o no reproducirnos el momento y la cantidad de hijos o hijas que queremos tener, poder disfrutar de nuestro placer y nuestra sexualidad, y por supuesto, poder acceder a todos los servicios de salud y que se nos brinde información clara, comprensible y completa acerca de métodos anticonceptivos.
Esto implica por un lado, que la información y los servicios prestados por el personal de salud deben brindarse a todas las personas por igual, es decir, que las personas con discapacidad merecen el mismo trato que cualquiera y que debe tenerse en cuenta su derecho a recibir apoyo para que tome sus propias decisiones.
Y por otro, que se respete la privacidad y confidencialidad, especialmente de las mujeres y jóvenes con discapacidad, sin importar la edad que tengan.
Respetar la confidencialidad quiere decir resguardar la intimidad de la persona y es clave para que las y los jóvenes puedan acceder a servicios de salud sin temor a que se divulgue su información.
¡Es sumamente importante que esto se cumpla! Pues muchas veces la falta de confidencialidad en la atención puede conducir a la anticoncepción o esterilización forzada, con consecuencias asociadas a su salud y bienestar físico y mental.
¡Ahora que sabes esta información, compártela para que llegue a más personas!
Viralicemos el compromiso.